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viernes, 31 de agosto de 2012

Nacemos diferentes y morimos iguales.

Somos seres en un mundo acomplejado, qué más me dará  a mi que no seas rubia, ni midas metro ochenta y que no resista tu cintura una talla que fue concebida para muñecas de expositores.
Qué más me dará que no lleves aquella cazadora que la televisión con tantos anuncios te ha bombardeado para comprarla, qué me importará  a mí que no calces unos zapatos lujosos o un maquillaje exagerado.
Qué más me dará que aquel señor que se sienta a mi lado en el autobús sea chino, marroquí o irlandés, si sé que dentro de él late el mismo corazón y acarician sus pulmones el mismo aire que los míos.
Qué más me dará que sea rico o pobre, jovial o moribundo, si el único lenguaje que debería entender es el de la ayuda, si aquel podría haber sido yo si hubiera nacido en otras condiciones.
Qué más me dará que ella no piense como yo y crea que el país necesita unas soluciones distintas de las que yo pienso, que me importará que ese equipo de fútbol le atraiga más que el mío, que esa carrera le parezca más necesaria,  ese hombre más imán que yo, ese café más dulce, esas ideas más fuertes que las mías,  qué más me dará si sé que me ama más que a ningún otro en el mundo.
¿Qué más le dará al mundo?, por qué tanto le importan las fronteras, los patrones, la estética, si todos nacemos como embriones y moriremos como mortales.

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